El vasto y profundo impacto de los sismos de septiembre de 2017 en México sobre la vida de las comunidades y personas afectadas abre retos muy relevantes a la orientación que se dé al proceso de reconstrucción. Como en toda crisis, surge el riesgo de perpetuar las condiciones y de repetir los mismos errores que colocaron en situación de vulnerabilidad, principalmente, a quienes menos tienen, situación que quedó de manifiesto en las zonas rurales y en los barrios más pobres de nuestras ciudades.
También surgen oportunidades que pueden generar y fortalecer procesos transformadores, ya que la profundidad de los impactos en lo social, familiar y personal, lo ambiental y lo económico, crea un terreno propicio a la toma de conciencia. Ésta puede abrir cauce a la voluntad y el compromiso de los afectados para actuar solidaria y organizadamente, no sólo en la restitución o rehabilitación inmediata de sus viviendas, sino también en procesos capaces de incidir, en el mediano plazo, en el mejoramiento de sus oportunidades |
y condiciones de vida y, dentro de una visión de largo plazo, en los procesos y transformaciones que conduzcan a construir un mundo inclusivo y solidario para todos. |
Reconstrucción social del hábitat, por una opción transformadora y participativa
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