Las Naciones Unidas han dedicado el Día Mundial del Hábitat 2025 al tema «Respuestas a las crisis urbanas», un llamado a gestionar las crisis que afectan a las ciudades –desde las catástrofes climáticas hasta los conflictos violentos que agravan las desigualdades– y a promover herramientas y enfoques eficaces para responder.
En este Mes Internacional del Hábitat, alzamos la voz para denunciar el genocidio del pueblo palestino. El bombardeo para la destrucción sistemática de la ciudad de Gaza –barrio por barrio, rincón por rincón– pretende borrar el legado ancestral de una cultura y un pueblo: el pueblo palestino.

Entonces nos preguntamos:
¿Qué tiene que ver esta situación en el lejano Medio Oriente con mi vida?
Soy una madre a cargo de mis pequeños hijos en Korogocho, un slum de Nairobi. Me falta el agua, mi techo no para las gotas cuando llueve, apenas si me alcanza para comer con los pesos que gano vendiendo baratijas en el mercado.
Soy jornalero. Corto cañas de azúcar todo el día bajo el sol. Me pagan una miseria, apenas lo justo para mantener a mi familia, aquí en Malí, donde los grandes desiertos y las pocas áreas de cultivo se concentran en manos de grandes empresas.
Soy minero en Sierra Leona. Estoy meses trabajando sin ver a mi gente, con los pies sumergidos en el río, juntando piedras con la esperanza de encontrar un diamante que pueda venderse para que se lo lleven a Europa.
Soy albañil, inmigrante. Llegué a Italia desde Túnez, vivo en un rinconcito de la obra en construcción. Trabajo duro porque quiero ahorrar para ayudar a mis parientes.
Soy una mujer en Bogotá. Lavo la ropa de una familia rica que nunca tiene tiempo, siempre ocupados con sus negocios. Apenas puedo sobrevivir con lo que me pagan.
Con mi esposa e hijos/as juntamos algodón, aquí en el sur de la India. El patrón apenas nos paga por cada bolsa. Nuestra casa es una lona improvisada que apenas nos protege del sol intenso.
Con mi pareja alquilamos una habitación en el centro de la Ciudad de México. Compartimos el baño con muchas otras familias y vivimos con el miedo de que nos expulsen de la ciudad los alquileres turísticos, como ya ha pasado con tantas personas que conocemos.
Y aún así me pregunto: ¿qué tenemos que ver nosotros y nosotras con aquella guerra lejana? Lamento tantas muertes, las personas heridas, las casas derrumbadas, pero me sigo preguntando: ¿qué tiene que ver conmigo el genocidio en Palestina, las bombas que caen sobre Gaza? ¿Hay alguna relación entre esa guerra en Medio Oriente y mi vida? Tenemos todo en común.
Porque cuando destruyen la tierra y la casa de un pueblo, también me están hablando a mí.
Porque en cada rincón del mundo, las personas pobres somos despojadas de lo más básico: techo, agua, trabajo, dignidad.
Lo que vive Palestina no es ajeno: es parte del mismo sistema que me condena a la miseria, que me arrincona en los márgenes, que me roba la esperanza.
Por eso, aunque mi vida transcurra lejos, sé que la lucha del pueblo palestino también es la mía.
Porque su resistencia es espejo de nuestra resistencia.
Porque mientras haya un pueblo al que le niegan el derecho a existir, ninguno de nosotros y nosotras puede estar en paz.
El mundo es hoy una aldea global: cuando un extremo se ve afectado, todo el planeta siente su impacto.
El pueblo palestino merece vivir; forma parte de la comunidad humana mundial y puede aportar enormemente al desarrollo y a la paz.
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Están dotados de razón y conciencia y deben comportarse fraternalmente los unos con los otros. El artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos establece que «toda persona tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona». Este derecho se niega hoy a los y las palestinas, cuyas vidas y futuro están destrozados, cuya seguridad ha sido quebrada.
El artículo 5 de la misma Declaración afirma que «nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes». Sin embargo, la población de Gaza sufre a diario crueldad y condiciones inhumanas: sus casas son destruidas, se les niega el acceso al agua y al saneamiento, se les impone el hambre, los niños pasan días sin comer y civiles son asesinados cuando intentan conseguir ayuda humanitaria.
El pueblo de Gaza es humillado y castigado por crímenes que no ha cometido.
Como Coalición Internacional del Hábitat (HIC), exhortamos a los Estados a respetar el derecho del pueblo palestino a la autodeterminación. Lee y comparte las demandas detalladas de HIC haciendo clic en este enlace.
Octubre Urbano nos une para gritar:
¡Palestina libre, hábitat digno para todos los pueblos!
Grace Chikumo Mtonga – Presidenta de HIC Guillermo Javier Marzioni – Vicepresidente de HIC