Javier Hernández Alpízar
El derecho humano a la vivienda no será una realidad para muchos sin un cambio en las condiciones de su producción. Y ese cambio no se producirá sin una lucha social.
Las generaciones que nacieron y crecieron en el periodo de hegemonía neoliberal, en el caso mexicano, desde los años ochenta, ya no conocieron como derechos humanos muchos bienes y servicios vitales esenciales, como salud y educación. El capitalismo hegemónico los ha convertido en mercancías y ha hecho de la producción para la venta en el mercado el único modo de acceder a ellos. Uno de estos derechos humanos que se ha visto reducido a mercancía es el derecho humano a la vivienda.
Los gobiernos mexicanos subordinados al nuevo orden mundial neoliberal desmontaron, entre otras funciones y empresas, la producción de vivienda, y convirtieron los organismos estatales de gestión de vivienda, como el Infonavit, en gestores de créditos para comprar a las grandes desarrolladoras, reduciendo con ello el número de personas que pueden hacer real ese derecho.
La vivienda como derecho humano
El derecho humano a la vivienda no será una realidad para muchos sin un cambio en las condiciones de su producción. Y ese cambio no se producirá sin una lucha social, así reflexiona el maestro en arquitectura Gustavo Romero Fernández, uno de los fundadores de la línea de investigación Arquitectura, Diseño, Complejidad y Participación (ADCP) en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La vivienda como mercancía terminó siendo objeto de especulación financiera y llegó al absurdo de producir viviendas no solo inhabitables sino incluso invendibles: “En la década de los ochenta –comentó el entrevistado- se instauró el neoliberalismo que es la fase, digamos, más extrema del capitalismo. En la cual se fue en contra de lo que ya existía respecto a la atención a la vivienda en muchos de los estados de bienestar. Se hizo creer que la solución es el mercado. Esto ha provocado un enorme problema en América Latina y en muchas partes del mundo. Porque se crearon contradicciones muy graves, como la mexicana, que se encontró con 5 millones de viviendas no ocupadas, de las cuales un millón y medio las produjo el mercado. Y no hay quien las compre, no hay quien las pueda pagar.”
El cambio de concepción que se hace necesario es dejar de ver la vivienda como mercancía y empezar a verla como derecho humano. Esta es una visión compartida por los movimientos sociales urbanos y por organizaciones no gubernamentales que luchan por mejores condiciones de vida, asegura Gustavo Romero. “El consenso es que existe un derecho humano de habitar y, por tanto, un derecho humano a vivir en los asentamientos humanos que la sociedad produce. Por eso existe el derecho a que todos tengan una vivienda.”
Incluso ha sido establecido por la Organización de las Naciones Unidas como uno de los derechos humanos económicos, sociales y culturales (DESC). Queda establecido como derecho humano en el plano del deber ser.
El mercado y los poblamientos populares como respuesta alternativa
Sin embargo, en el capitalismo la vivienda es una mercancía. Eso limita las posibilidades de amplias capas de la población a ver satisfecho su derecho humano a la vivienda. Entre las respuestas populares a esta situación están los poblamientos populares de producción social de la vivienda y el hábitat, que han explicado arquitectos como John Turner con el concepto de “libertad de construir” y Jean Robert como “libertad de habitar”.
El arquitecto Gustavo Romero, integrante también de le Coalición Internacional por el Hábitat (HIC, por sus siglas en inglés), nos dice al respecto: “Un sector de la población, de bajos recursos, es decir los que más recursos tienen de esta población, originó el fenómeno del poblamiento popular. Lo que hacían es que compraban un terreno e iban construyendo su vivienda poco a poco. Otros pocos pobladores lograban invadir terrenos, pero esto limitaba mucho sus posibilidades. Además generalmente es la gente de menores recursos y difícilmente podían tener una consolidación de esta vivienda y esto les significaba mayor precariedad.”
La precariedad de la vivienda popular no se debe principalmente a la ausencia de proyecto arquitectónico, sino a la escasez de recursos materiales, resultado de la enorme desigualdad en el capitalismo, agravada por el neoliberalismo. Por ello es un problema que no se resuelve sin lucha social, opina el maestro Romero Fernández: “es un tema que depende de una lucha social por lograr mejores condiciones. Una de esas condiciones, en nuestras sociedades y gobiernos, es que el Estado destine mayores recursos para disminuir esta desigualdad.”
Como señala Jean Robert en su libro La libertad de habitar, más que quién tiene la propiedad, importa que los habitantes participen en la toma de decisiones. Romero Fernández explica al respecto: “Lo importante de la lucha social no es tener propiedad privada, sino seguridad de la tenencia. Y la seguridad de la tenencia no solamente, ni necesariamente, se obtiene por la propiedad privada. A pesar de los mecanismos que han dotado de propiedad privada en barrios y programas habitacionales públicos a sectores de escasos recursos, la presión del mercado los ha hecho vender las viviendas. Sea porque no están de acuerdo con el tipo de vivienda, insatisfactorio para las complejidades culturales, económicas en las cuales habitan.” La propiedad puede ser privada o colectiva, social o cooperativa, lo importante es que tenga garantías jurídicas y que se le preserve de la presión del mercado.
La construcción de vivienda mediante producción social del hábitat, puede volver a poner en el centro el valor de uso habitar, pero no ocurrirá sin una lucha de movimientos y organizaciones sociales, reflexiona el arquitecto Romero Fernández. “En México nunca se desmontó el sistema de atención. Pese a todo, existen mecanismos como el Infonavit y el Fovissste, que son mecanismos realmente sociales, pero fueron entregados al mercado. Vemos ahora cómo tratan de regresar un poco, pero toda la estructuración, los mecanismos, las reglas e incluso la ideología en la sociedad, imponen la creencia de que el mercado es el mejor mecanismo para dotar de vivienda. Entonces se les hace muy difícil cambiar los mecanismos. Pero desde la crisis de 2008, y con la actual, es muy probable que las sociedades tengamos que presionar para que esto se transforme. Porque los gobiernos no lo van a hacer solos, a pesar de su discurso muchas veces progresista. Si no tienen presión social, no lo van a hacer.”
Repensar y reconstruir la función del Estado
El Estado podría recuperar iniciativa en la producción de vivienda, dejando de ser meramente un gestor de créditos al servicio de la vivienda producida para el mercado. “En este país hay mucho dinero para la vivienda, quizá no suficiente, pero hay bastante dinero. Si juntamos todos los dineros sociales como son el Infonavit, el Fovissste, el Fovime, de los militares, lo que aporta el gobierno en sus recursos de subsidio, que son pocos, comparados con los otros.”
Lo importante es como se distribuye “ese dinero, que está no para damnificados sino para la vivienda social. Han dicho: vamos a dar más crédito para la gente, pero ha sido una declaración más política que posibilidad real, porque el problema es que el Infonavit es un organismo tripartita y las decisiones en general están para apoyar a los desarrolladores de vivienda y a los operadores del mercado. Claro que tiene otras líneas que permitirían apoyar, pero para hacerlo tiene que cambiar y adecuar mucho sus reglamentos internos, porque tiene reglas complicadas para poder emprender un proceso de producción y aquí es donde vamos a los procesos de producción.”
Frente a la visión del mercado, neoliberal, se yergue la producción social. El arquitecto Romero Fernández opina: “Hay que enfatizar la producción y la gestión social del hábitat y la vivienda. Eso significa que los actores principales, quienes tienen que decidir y controlar el proceso, son los habitantes mismos. Para eso hay que construir y ya existen, en la ley existe ya esa posibilidad, en la ley de vivienda de México, así como algunos mecanismos. Lo que pasa es que no existe todo el sistema, porque esto requiere un sistema que tenga instrumentos, leyes reglamentos, programas, proyectos y, sobre todo, técnicos que tengan una visión de trabajar comunitariamente y no pretendan imponer ideológicamente lo que aprendieron en las escuelas.”
Educar arquitectos y otros profesionales para la producción social de hábitat
Esto último que señala el entrevistado no por ser mencionado al final es de menor importancia. Hay muchos prejuicios entre gobernantes, políticos, empresarios y profesionales de la construcción, ingenieros y arquitectos contra la producción social de vivienda y hábitat, a la que llaman despectivamente “autoconstrucción” y le atribuyen ser un mal en sí misma.
La producción social de la vivienda y el hábitat construye un 70% de la vivienda en México y podría ser asistida por profesionales, siempre y cuando no lleven con ellos sus prejuicios e ideología. Esto implica la necesidad de formar técnicos y profesionales de la producción de la vivienda y hábitat con una mirada distinta.
“La mayor parte de nuestros estudiantes y de nuestros profesionales tienen concepciones muy polémicas y contradictorias, muchas veces equivocadas, de lo que es tratar de hacer una propuesta urbano arquitectónica que permita hacer un mejor uso de los recursos existentes, más sustentable y que pueda ayudar a romper la enorme dependencia que tienen.”
Desde la concepción de la producción social del hábitat se puede formar a arquitectos que no crean tener el monopolio del saber, sino que dialoguen con los habitantes y productores, reconociendo saberes y aportaciones de todos. “Tenemos que ir luchando –concluye Gustavo Romero-, tener una perspectiva y trabajar en un proceso participativo con la sociedad, con las diferentes comunidades y la opinión pública. Todos discutamos más el fenómeno de la construcción social de lo espacial habitable. Los llamados expertos no tenemos la solución, eso es falso. Tenemos muchas medidas, hay muchas propuestas. Hay que discutirlas, hay que construirlas, hay que hacerlas proceso real.”
Como en los tiempos en que John Turner documentó la producción social de vivienda en poblamientos populares, Gustavo Romero nos dice que esos poblamientos producidos autogestivamente no son el problema sino parte muy importante de la solución.